Tomás Higuero, Consejero Delegado Aire Limpio
En las empresas están muy preocupados con la productividad y el contento laboral.
Realmente podemos aducir que es una contingencia pertinaz y de esquiva solución. Sin embargo, es cierto que en los tiempos actuales el problema es especialmente agudo. Hay distintas razones que nos pueden ayudar a comprender esta situación: a) el conocimiento se ha convertido en la principal fuerza motriz en muchas compañías (esto está muy bien, pero hace a las empresas mucho más dependientes de la motivación de las personas), b) en las plantillas aun están a flor de piel las cicatrices de la crisis, c) la disrupción tecnológica implica grandes cambios en movilidad, flexibilidad de horarios, desjerarquización del trabajo, maneras de organizar el mismo y hasta en el tamaño de las oficinas.
El resultado es un coctel con diferentes ingredientes, desde trabajadores muy fuera (según Gallup un 30% de los empleados está o claramente desconectado o es tóxico con respecto a su empresa), a compañías inmersas en una intensa espiral de cambio sobre cómo tratar a sus empleados, organizar el trabajo y dónde tiene que desarrollar el mismo. Podemos decir, sin quedarnos cortos, que son tiempos de cambios.
Algunas voces han verbalizado que esto son malas noticias para la industria de las oficinas, bien porque estas serán más pequeñas o porque perderán importancia. Nosotros no compartimos estas opiniones. Pensamos que el entorno físico donde se desarrolla gran parte del trabajo diario, será cada día más importante, jugando un papel clave en cómo las organizaciones afrontaran los retos expuestos en el primer párrafo.
A estas alturas está claro que las clarividentes palabras del Gatorpardo son más convenientes que nunca “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Tipo sabio el Gatopardo. Es decir, mantener el estatus implica una profunda revisión de cómo hacemos las cosas y trascender a “… las oficinas son un sitio donde la gente se sienta a trabajar”. Si bien los retos son grandes, soy optimista, la tracción ya experimentada en España, indican que tanto ocupantes como propietarios de oficinas están interiorizando la nueva situación.
Los ocupantes han llegado, ya hace tiempo, a la conclusión que las oficinas son una muy potente herramienta de RRHH. A través de las mismas, se pueden comunicar valores, motivar, proyectar orgullo de pertenencia a una organización, etc… con el fin último que los trabajadores estén más alineados, motivados y por tanto más productivos. La salud juega un papel clave en todo este “tinglado”. Las compañías han comprendido que la salud (en el sentido de bienestar) es un vector potentísimo. En Europa la damos prioridad sobre seguridad familiar y profesional. Por eso, son muchas las empresas que están incorporando paquetes de salud y bienestar para sus empleados, bien desarrollados por ellos, adquiridos a consultoras de RRHH o mediante certificaciones más cercanas al mercado inmobiliario.
En todo negocio, y el de alquilar oficinas no es una excepción, es clave entender lo que pasa por la cabeza de tu cliente (y si se puede, anticiparte). Por eso los propietarios han aceptado el envite, hasta tal punto, que es muy raro ver un edificio de oficinas en el eje Madrid / Barcelona que no incorpore algún tipo de certificación (sostenible o de salud y bienestar) o bien prácticas saludables o sostenibles. Los dueños de los edificios han entendido que además de la eficiencia, la calidad técnica general del inmueble (mejor certificadas por el Modelo AEO®) y la localización, han de aportar “otras cosas” para que su producto sea más atractivo, deseable e imprescindible a ojos de sus clientes. En este sentido, la sostenibilidad y muy especialmente la salud son “caballos ganadores”. La proposición de valor del “edificio sano” es sencillamente imbatible. El que un inmueble tenga un aire de mejor calidad, la acústica bien resuelta, buena luz artificial, amén de otras cosas, son factores en los que el dueño puede (y debe) apalancarse a la hora de poner en valor su activo ya que tendrá mucho más gancho para sus potenciales clientes.
Mucho se ha hablado sobre el retorno de estos edificios tanto para sus dueños como para ocupantes. Zambullirnos en este asunto ahora superará la duración sugerida para el artículo. ¿Quizá podría ser objeto de una jornada en la AEO? Sobre esto, sólo añadir que el “business case” de los edificios sostenibles está más que contrastado (hay mucha documentación soportando esta afirmación). Con respecto a los edificios saludables, es cierto que a día de hoy, existen menos datos, no obstante los informes abundan en la dirección que son inmuebles que tienen una prima en renta y su valor es mayor que activos convencionales.
Para los ocupantes los beneficios que emanan de ocupar este tipo de edificios son aún mayores que para los propietarios. Es posible que paguen una renta superior, no obstante, esto se compensa con las ventajas operativas que un inmueble de esta naturaleza les puede aportar (ahorros energéticos y operativos). Sin embargo el “upside” más potente viene derivado de que este tipo de inmueble beneficia enormemente a las personas que trabajan en ellos, lo cual tiene un impacto positivo directo en la cuenta de resultados. El que este tema no se haya tenido muy en cuenta hasta ahora es muy sorprendente, ya que las compañías invierten ingentes cantidades de dinero en alinear y motivar a sus trabajadores y rara vez establecen la conexión plena en la relación de los empleados y el espacio.
Algunas empresas ya están triangulando y teniendo en cuenta esta otra forma de creación de valor (mucho más importante que la del ahorro de costes) y en cómo estos inmuebles benefician la salud y la motivación de sus empleados. De hecho, hay métricas disponibles en relación con incrementos de productividad, retención de personas, impacto de un mayor nivel de bienestar, etc… las conclusiones emanadas es que diseñar un inmueble de oficinas muy pensado para las personas que lo ocupan tiene un claro sentido económico.
Podemos discutir si el hombre ha llegado a la luna o no. Lo que creo que está claro, es que la industria ha decidido apostar por este camino en un claro “shift to quality”.
El que las empresas pervivan en el tiempo es un claro ejemplo de teoría darwiniana de adaptación, solución de problemas, hacer la lectura correcta y tomar/ejecutar las decisiones adecuadas. Hoy en día, en
Europa, en España las personas son más imprescindibles que nunca para las empresas (por cómo ha evolucionado la economía) por eso creo que todos debemos preguntarnos ¿no deberían los edificios diseñarse teniendo mucho más en cuenta la salud y el rendimiento de los trabajadores que los ocupan?