En las últimas semanas, meses han proliferado las noticias destacando que el aire dentro de los edificios es un vector de importancia en los contagios, lo cual ha causado un torrente de noticias y reacciones en la sociedad. Empezando por poner de moda términos, ahora en la mente de todos (filtros HEPA, renovaciones de aire, recirculación, etc…) y que hasta hace muy poco pertenecían casi exclusivamente al dominio del personal relacionado con el mundo de la sanidad, de las instalaciones o la ingeniería. Así mismo se han multiplicado como setas, en poquísimo tiempo, las soluciones “milagrosas” que en dos minutos consiguen un ambiente COVID FREE.
El pasado mes de julio un nutrido grupo de reputados científicos dirigieron una carta a la OMS poniendo de manifiesto que esta organización estaba concediendo escasa importancia a los contagios por pequeñas partículas (aerosoles), que pueden permanecer mucho tiempo (horas) en el aire interior de los edificios. Según el grupo de científicos, la postura de la OMS entorpecía la prevención, ya que no se le prestaba atención a un importante vector.
Si bien aún se desconoce mucho de la enfermedad y no se puede establecer a ciencia cierta cuál de las 3 vías de infección (contacto, inhalar partículas más gruesas o aerosoles que permanecen más tiempo en el aire) pesa más en los contagios. Sí se conoce que determinadas enfermedades (tuberculosis) son muy eficientes en la transmisión aérea en entornos interiores, por tanto, son necesarias medidas especiales para contener dichas situaciones. Se sabe, también, que una parte importante de los contagios de SARS-CoV-2 (40%-45%) se deben a personas asintomáticas. Consecuentemente, la hipótesis manejada es que si SARS-CoV-2 fuera tan eficiente en la transmisión aérea como la tuberculosis, las tasas de infección y contagio habrían sido más altas. Por lo que, a priori no pudiera parecer que el microorganismo sea sumamente eficiente en el contagio por vía aérea.
Si embargo, sí existe evidencia constatada que aerosoles con SARS-CoV-2 han permanecido suspendidos durante periodos prolongados (horas) y han sido transportados a través de las instalaciones por el interior de los edificios y por tanto contagiado. Estas situaciones se pueden dar: cuando hay presencia de personas con infección generando aerosoles en distintos lugares de un inmueble, en ocasiones en que la exposición sea de duración media o prolongada (horario de oficinas), en sitios con alta densidad de gente o con mala calidad de aire o ventilación.
Las principales asociaciones de ingeniería internacionales; ASHRAE y REHVA se han hecho eco y han publicado diferentes guías y recomendaciones, al igual que han hecho las asociaciones nacionales (Atecyr en España) y los gobiernos (Guías del Ministerio de Sanidad).
Dichos documentos recomiendan una amplia variedad de mejores prácticas resumidas en dos ejes fundamentales: ventilar más y mejor y tener la filtración / purificación del aire adecuada. No olvidemos que hay muchos inmuebles en los que se recircula una parte importante del aire y un gran número de edificios que sólo tienen filtros para detener las partículas más grandes, los contaminantes menores pasan sin dificultad entre los pliegues de los filtros.
En las últimas semanas, meses han proliferado las noticias destacando que el aire dentro de los edificios es un vector de importancia en los contagios, lo cual ha causado un torrente de noticias y reacciones en la sociedad. Empezando por poner de moda términos, ahora en la mente de todos (filtros HEPA, renovaciones de aire, recirculación, etc…) y que hasta hace muy poco pertenecían casi exclusivamente al dominio del personal relacionado con el mundo de la sanidad, de las instalaciones o la ingeniería. Así mismo se han multiplicado como setas, en poquísimo tiempo, las soluciones “milagrosas” que en dos minutos consiguen un ambiente COVID FREE.
El pasado mes de julio un nutrido grupo de reputados científicos dirigieron una carta a la OMS poniendo de manifiesto que esta organización estaba concediendo escasa importancia a los contagios por pequeñas partículas (aerosoles), que pueden permanecer mucho tiempo (horas) en el aire interior de los edificios. Según el grupo de científicos, la postura de la OMS entorpecía la prevención, ya que no se le prestaba atención a un importante vector.
Si bien aún se desconoce mucho de la enfermedad y no se puede establecer a ciencia cierta cuál de las 3 vías de infección (contacto, inhalar partículas más gruesas o aerosoles que permanecen más tiempo en el aire) pesa más en los contagios. Sí se conoce que determinadas enfermedades (tuberculosis) son muy eficientes en la transmisión aérea en entornos interiores, por tanto, son necesarias medidas especiales para contener dichas situaciones. Se sabe, también, que una parte importante de los contagios de SARS-CoV-2 (40%-45%) se deben a personas asintomáticas. Consecuentemente, la hipótesis manejada es que si SARS-CoV-2 fuera tan eficiente en la transmisión aérea como la tuberculosis, las tasas de infección y contagio habrían sido más altas. Por lo que, a priori no pudiera parecer que el microorganismo sea sumamente eficiente en el contagio por vía aérea.
Si embargo, sí existe evidencia constatada que aerosoles con SARS-CoV-2 han permanecido suspendidos durante periodos prolongados (horas) y han sido transportados a través de las instalaciones por el interior de los edificios y por tanto contagiado. Estas situaciones se pueden dar: cuando hay presencia de personas con infección generando aerosoles en distintos lugares de un inmueble, en ocasiones en que la exposición sea de duración media o prolongada (horario de oficinas), en sitios con alta densidad de gente o con mala calidad de aire o ventilación.
Las principales asociaciones de ingeniería internacionales; ASHRAE y REHVA se han hecho eco y han publicado diferentes guías y recomendaciones, al igual que han hecho las asociaciones nacionales (Atecyr en España) y los gobiernos (Guías del Ministerio de Sanidad).
Dichos documentos recomiendan una amplia variedad de mejores prácticas resumidas en dos ejes fundamentales: ventilar más y mejor y tener la filtración / purificación del aire adecuada. No olvidemos que hay muchos inmuebles en los que se recircula una parte importante del aire y un gran número de edificios que sólo tienen filtros para detener las partículas más grandes, los contaminantes menores pasan sin dificultad entre los pliegues de los filtros.
La premisa de partida recomendada en las oficinas debe ser que el contagio tiene una magnitud razonable de ocurrir. Por lo que además de las recomendaciones de prevención ya conocidas (higiene, mascarillas, evitar contacto, reducir densidades de ocupación, etc…) se deberían implantar las medidas de ingeniería orientadas a limitar esta contingencia en las instalaciones.
La aplicación de estas recomendaciones puede generar, ocasionalmente, situaciones contradictorias con: iniciativas de eficiencia energética, códigos constructivos, certificaciones sostenibles e incluso el propio sentido común. La principal de las recomendaciones, ventilar mecánicamente, es muy intensiva desde el punto de vista energético y por tanto cara. Sin embargo, es muy eficiente en la dilución de los contaminantes. Adicionalmente está la apertura de ventanas, aunque hay que señalar que en algunos edificios o no es fácil o no están diseñados para esto. Abrir ventanas, puede ser una buena solución, no obviando que también genera problemas y una casuística complicada: energía malgastada, frio o calor fuera o entrada contaminantes del exterior. Además, ojo, ya que abrir ventanas de cuartos de baño sería contraproducente por la presión negativa de los mismos (incrementaríamos la posibilidad de diseminar el virus en el edificio a través de la vía fecal-oral).
Ante esto, lo único que se puede esgrimir es que estamos viviendo una situación totalmente extraordinaria y que no tenemos, ni de lejos, todas las certezas. Hay que afrontar la contingencia con las herramientas disponibles (recomendaciones de Ingeniería) aunque a veces nos generen situaciones confusas. Se han alzado ya voces reclamando un cuerpo legislativo concreto para los inmuebles. En mi opinión, legislar ahora sería muy prematuro y seguramente contraproducente por diversas razones: desconocemos muchas cosas del virus (entre otras lo eficiente que es a la hora de contagiar por vía aérea), al mismo tiempo nuestro conocimiento médico sobre la enfermedad es mayor y parece que la posibilidad de la vacuna está más cerca.
Paralelamente, las incertidumbres no sólo se refieren al ámbito sanitario , sino que se extienden a la influencia que la pandemia pudiera tener sobre nuestros hábitos laborales. El COVID ha cambiado nuestros usos y costumbres tanto personales como profesionales. La profundidad y duración de estos cambios es la gran incógnita. ¿Cómo será el futuro del trabajo en las oficinas? Esta es una cuestión que nadie puede predecir con certeza. Sin embargo sí existen una serie de subyacentes que, indudablemente, ganaran: mayor peso de la tecnología y claramente que la salud en los edificios (concretamente la calidad del aire interior) será un aspecto clave.
Todos los grandes diseñadores / consultores internacionales están dando su visión sobre las oficinas del mañana. Uno de los puntos en los que están más de acuerdo es que la calidad del aire del inmueble será una condición sine qua nom para que un edificio sea calificable a los ojos de las potenciales empresas ocupantes.
Tomás Higuero.