Se ha acentuado la percepción de que hay un antes y un después en las formas de trabajo, ¿ha entrado en juego un nuevo paradigma y ha cambiado el modelo?

Sobre el papel que juega el teletrabajo llevamos mucho tiempo hablando, pero hasta ahora no se había podido poner a prueba de una forma tan rotunda. Creo que es evidente que el potencial de la flexibilidad en los espacios de trabajo ha calado en las estrategias empresariales del sector inmobiliario y no solo en los ocupantes o si no, cómo se explica el fenómeno coworking.

Incluso para una compañía tecnológica como Indra, el éxito apabullante del teletrabajo en estas semanas de confinamiento ha sido una sorpresa. En España más del 90% de los empleados de Indra está teletrabajando con índices de productividad normales desde hace dos meses, a nivel internacional la proporción se mantiene y la acogida por parte de los empleados es muy positiva. Desde otra perspectiva, la aplicación del teletrabajo no puede ser universal para todos los sectores ni actividades, quedan además muchos flecos de carácter operativo y laboral por resolver y cuestiones culturales a analizar a fondo, pero al menos en el sector tecnológico el cambio ya se ha producido.

 

¿Qué pueden aportar de nuevo los espacios a las empresas en un contexto de post-alarma? o dicho de otra forma, ¿cómo podrían adaptarse los edificios a nuevas necesidades hasta ahora inexistentes?

Las medidas sanitarias a implementar en los centros de trabajo tales como mascarillas presentes durante horas, guantes sobre teclados, geles omnipresentes, distanciamiento social, espacios de alta concentración que no podrán cumplir con su cometido, ascensores en edificios de gran altura utilizables en un pequeño porcentaje de su capacidad, comedores de empresa con uso limitado en número sin alternativa posible y otras cuestiones similares, pueden convertir en un acto de heroísmo la asistencia a la oficina y provocar una desocupación voluntaria pero claramente inducida mientras se mantengan ese tipo de restricciones.

Ante la incógnita de lo que está por venir, urge actuar y ya estamos implementando soluciones mediante app que, centradas en identificar y seguir el riesgo, podrán interactuar con los edificios, los ocupantes, con sus infraestructuras y con los servicios.

Pensar en edificios con nuevos diseños de circulación de personas, clima con gran capacidad de filtrado y renovación, infraestructuras fijas de desinfección por luz ultravioleta, de ozonificación o de control de temperatura corporal de los empleados, sistemas de seguridad y control de acceso integrados con los de gestión sanitaria del riesgo con BMS´s y herramientas de gestión de espacios, es pensar en este momento en edificios con alto valor añadido.

En el ámbito de smart cities, muy similar en otra escala, también estamos trabajando  en soluciones orientadas a la detección temprana de riesgos, a la operación coordinada de los servicios públicos, a la gestión dinámica de los recursos sanitarios y al impulso de la colaboración público-privada a través de herramientas digitales.

Hemos hablado de los cambios que puede producir la pandemia, pero ¿cómo crees que afectará el impacto económico de COVID19 a la relación entre arrendador y arrendatario? 

El impacto económico de COVID19 requiere ajustes inmediatos en las empresas y en el ámbito de los inmuebles el camino a seguir es directo. Por hacer algún número rápido, si a una desocupación friccional de los inmuebles pongamos del 10% le sumamos ineficiencias de uso no descabelladas, producidas por la propia dinámica de la actividad, del 15-20% en sectores como el tecnológico y a su vez incorporamos la temida variable del teletrabajo a cuotas bajas, por ejemplo, del 20% (equivalentes con algunos matices técnicos a un día por semana), la desocupación total podría llegar a potenciales de optimización para el arrendatario superiores al 50%. Tan importante como esto lo es la gestión de las expectativas y hoy las empresas no son optimistas por tanto la flexibilidad y la voluntad de entenderse son más importantes que nunca, no tanto por el mero interés de cerrar un acuerdo ventajoso en el marco de un contrato sino por el de hacer viable una relación futura. Una gran mayoría de los contratos de suministro o de servicios se están renegociando en sus variables principales y en este momento si se quiere conseguir algo, nos toca ceder a todos. No veo ningún motivo para que un contrato de arrendamiento sea inalterable si se ha producido una variación extraordinaria, sustancial y sobrevenida de las condiciones que regían cuando se firmó (rebus sic stantibus) y creo que este es un caso de libro.